"When you smile, I feel 101 % happy"

sábado, 28 de abril de 2012

El Principe azul me espera sentado con un café en la mano.


Hoy llevaba mi vestido más bonito, uno rosa y blanco de gasa, con volantes en la falda y un tul precioso y transparente que le da un aspecto 'de princesa'. Hoy llevaba yo puesta mi sonrisa más bonita, la que más le gusta, el tipo de sonrisa en la que no sonríe solo la boca, sino también los ojos, las mejillas...Hoy llevaba yo la felicidad a cuestas, pero no me pesaba nada. Más bien era yo la que no pesaba. Volaba y caminaba flotando como en una nube, a escasos 5 centímetros a ras del suelo. La gente pasaba por mi lado envuelta en grises y tristes atuendos, con la monotonía y el silencio rodeándoles, fingiendo tal vez no darse cuenta de los buenos pensamientos que luchan por entrar en sus vidas y no pueden debido a su falta de fe y de esperanza. A cambio, todos lo sentimientos venían a mí y yo ignoraba las frías gotas de agua cayendo pesadamente a mi alrededor, y me limitaba a fijarme en los rayos de sol que se colaban entre ellas para dar paso a un tímido arcoiris en el cielo. Entré calladamente en el café de siempre, el que huele a coco, a tostadas y a batido de plátano. Solo un par de niñas jugaban, de rodillas en los bancos rojos de cuero, a comerse las tortitas con nata rápidamente. '¡La primera en terminar gana!'- una de ellas, una pelirroja con flequillo gritaba con la boca llena de nata, manchándose la falda con sirope de fresa y sin importarle las reprimendas de su madre. El resto del local respiraba tranquilidad. Me dirigí a la izquierda y caminé por el pasillito entre la barra y la hilera de mesas. En la tercera, ahí solitario, me esperaba, sonriente y sereno, él. 'El Príncipe azul', como solía diariamente presentárselo a mi diario. Me senté frente a él y le contemplé, guapo como cada día, con una amplia y franca sonrisa, con una limpia y planchada camisa azul cielo arremangada en los codos. Su pelo del color del café con leche brillaba bajo el cálido sol de la ventana, al igual que sus ojos, límpidos y lozanos (que parecen siempre húmedos como si se fuera a emocionar solo de verme junto a él). No necesitamos palabras para comunicarnos. Solamente intuimos que cada día puede ser el mejor de nuestras vidas, y también el último; y realmente a ninguno nos importaría que fuera el último si lo pasáramos en compañía del otro.

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